jueves, 1 de junio de 2017

A Calderón

Esta composición de Gaspar Fisac Orovio (1859-1937) viene fechada en el mes de mayo de 1881 y fue publicada en el nº 180 de “El Eco de Daimiel”, del 25 de mayo de 1887. En dicho ejemplar se indicaba al principio de la misma lo siguiente: “Las décimas que a continuación insertamos fueron premiadas en el certamen poético celebrado en el Instituto de Ciudad Real con motivo del Centenario”.
De igual forma, al pie de su publicación se indicaba lo siguiente con relación al premio conseguido por esta composición: “El premio consistió en las obras del inmortal vate madrileño, lujosamente encuadernadas y con un prólogo de D. Marcelino Menéndez Pelayo. Vio la luz esta composición, por primera vez, en el periódico titulado ‘La Fraternidad’, publicación creada también por el fundador de ‘El Eco de Daimiel’, D. Deogracias Fisac”.

I
No sé que extraña emoción
se apodera de mi ser,
que no puedo contener
este impulso, esta pasión.
¿Qué te pasa, corazón?
¿Por qué lates presuroso?
Algo solemne, grandioso
está palpitando en ti
para despertar así
de tu ritmo silencioso.

II
Calma un punto tus latidos,
quiero ver si en la memoria
guardo escrita alguna historia
que así enerve mis sentidos;
recuerdos de amor perdidos
de la mente van surgiendo,
y se van desvaneciendo
con vertiginoso afán
como ante el viajero van
bellos paisajes huyendo.

III
No son, no, las impresiones
de aventuras amorosas,
tan falaces como hermosas,
las que animan mis canciones,
pues, tras doctas reflexiones,
me hizo un sabio comprender
que el amor puro al nacer
se vio tan bajo en el suelo,
que huyó para siempre a un cielo
del que es nube la mujer.

IV
Otra es la historia secreta
que siento aquí palpitar,
otro el sueño, otro el cantar
que agita la mente inquieta;
es la muerte de un poeta
la que siente el alma mía,
que hoy llora España aquél día
en que, con su último aliento,
exhaló el postrer acento
la española poesía.

V
Pero no, la inspiración
nunca las musas negaron
a quienes siempre admiraron
las obras de Calderón.
A la dramática acción
dotó él de fuerzas secretas
y de máximas discretas
que serán un sabio ejemplo,
y do a Apolo se alce un templo
habrá españoles poetas.

VI
¿Y qué hacer sino invocar
a tan sublime maestro
doquiera palpite el estro
con el español cantar?
Desde el campesino hogar
a los dorados salones,
en extranjeras naciones,
como en nuestra patria escena,
aún vigoroso resuena
el eco de sus canciones.

VII
De las letras, la poesía,
las armas, la religión,
se desborda la pasión
en torrentes de armonía;
y le aclaman a porfía
con entusiasmo profundo
como al genio más fecundo,
cual santo sacros lugares,
cual gloria los militares,
como filósofo el mundo.

VIII
Si hoy la fama le pregona,
depositen en su altar
cada pecho algún cantar,
cada mano una corona;
si cada pueblo le entona
solo un himno a su memoria,
tan grande será su historia,
que el alma de Calderón
olvidará su mansión
por ver un punto esta gloria.

IX
Llenos están sus escritos
de prudentes reflexiones,
de sublimes descripciones
y de consejos benditos;
los espacios infinitos
bajo su pluma se vieron,
y vida y calor tuvieron
las escenas que pasaron,
porque en su alma palpitaron,
y de su mente surgieron.

X
Y pues legó a nuestra España
de su mente óptimo fruto,
rindámosle este tributo
que la gratitud entraña;
y así en la nación extraña
como en la propia nación,
dirán que el mejor florón
en las glorias de la Historia,
es la historia de la gloria
de don Pedro Calderón.


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