viernes, 26 de abril de 2024

Karting (y 2)

Poco después viví una nueva experiencia en este mismo circuito. La Editorial Doyma (hoy Elsevier) me invitó a una mañana de Karting a la que podía  ir con un acompañante, para lo cual elegí a mi hija menor. Hicieron dos equipos, uno con los hijos (porque yo no fui el único padre que acudió acompañado de algún hijo) y otro con los adultos (otros Jefes de Comunicación y responsables de Marketing de distintos laboratorios farmacéuticos). La experiencia fue similar: disfruté conduciendo, supongo que también adelgacé algo a causa de la sesión involuntaria de sauna, me volvieron a adelantar y quedé el último, aunque mejorando carrera tras carrera mis tiempos, lo cual supuso todo un éxito. Pero es que además, para mí, el mayor éxito es que yo demostré ser un excelente piloto porque no me choqué ni una sola vez, e incluso esta vez estuve atento para apartarme cada vez que quería adelantarme otro piloto y así evitar el choque. Mientras los pilotos rivales iban a lo loco, chocando contra todo y contra todos, yo mantuve mi coche impoluto, sin un solo rasguño, demostrando unos reflejos y una habilidad extraordinarios. Estoy seguro que si una compañía de seguros de automóvil me hubiera visto conducir, me hubieran ofrecido una póliza a precio de ganga porque ningún otro piloto les iba a salir tan barato como yo: ni un solo parte de accidente en todas las carreras. Dicen que de tal palo tal astilla, y así debe ser, porque a mi hija le sucedió lo mismo: quedó la última de su grupo... pero tanto ella como su coche salieron ilesos.
 
Después de aquellas dos experiencias no he vuelto a practicar este deporte, aunque no descarto volver a hacerlo. De lo que estoy seguro es de mantener mi profesionalidad y evitar por todos los medios cualquier tipo de accidente. ¿No dice Jesús en el Evangelio que “los últimos serán los primeros”? Pues yo pienso seguir siendo el último, o sea, el primero.
 

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jueves, 25 de abril de 2024

Karting (1)

El Karting o Kart es una disciplina perteneciente al deporte del Automovilismo. Se practica con unos vehículos especiales de motor, llamados “karts” en un circuito cerrado. El Karting es la modalidad por excelencia para la formación de los pilotos y el kart suele ser el primer automóvil de competición con el que debutan los aspirantes a piloto profesional, algo que suele suceder en edades tan tempranas como a partir de los ocho años. Pues bien, en mi caso, aunque también he practicado el Karting debo decir que ha sido al revés: ha sido en la edad madura, y no en la infancia o juventud, cuando he pilotado alguna vez estos bólidos (también debería aclarar que cuando yo era niño o cuando yo era joven, esto no existía, y lo más parecido a un kart era una caja de madera a la que se ponían cuatro ruedas y se echaban a rodar cuesta abajo por una calle adoquinada del pueblo).
 
En realidad, mi experiencia en este deporte ha sido más bien escasa, testimonial, diría, habiendo participado únicamente en dos carreras, ambas en el circuito Carlos Sainz, de Madrid. En la primera ocasión acudí con varios miembros de mi familia y de la familia de mi yerno. Lo primero que se siente al llegar allí es el profesionalismo, con un circuito perfectamente dotado de todos los adelantos. Además, y ya de entrada, cuando te apuntas para correr en una carrera, en la que participarán 10 ó 15 pilotos (evidentemente –en este caso- habría varios miembros de la familia pero también otros muchos pilotos ajenos a la misma), te dan el mono de piloto y el casco. Eso es bueno porque te sientes como un auténtico piloto profesional, pero lo malo es que ese mono y casco dan tanto calor que tan pronto como te los enfundas, aquello parece más una sauna que un circuito automovilístico.
 
En este debut en el mundo del Karting, donde corrí varias carreras, guardo recuerdos agradables y otros no tantos. En lo positivo, la sensación de velocidad y competitividad que se respira, el placer de conducir esos coches, y la hoja que te entregan al final en donde puedes ver todas las estadísticas: posición ocupada, velocidad media y velocidad máxima, número de vueltas, etc. En lo negativo, aparte del calor insoportable, lo resentida que acaba la espalda al final de las carreras y el tener que competir con otros pilotos que parece que se están jugando la vida, porque una cosa es correr lo más deprisa posible y otra muy distinta ir como un loco. Eso era, en efecto, lo que hicieron muchos de aquellos pilotos ajenos que competían con nosotros; no les bastaba con pisar el acelerador a tope (debían pensar que estaba prohibido pisar el pedal del freno) sino que te adelantaban sin ningún miramiento, te arrinconaban, te empujaban... se creían que estaban en los coches de choques de las Ferias y no paraban de golpearse con las paredes en todas las curvas y con los contrarios cada vez que los adelantaban. Total, que yo me sentí muy orgulloso de comprobar al final cómo había mejorado mis tiempos de una carrera a otra, aunque por detrás de mí sólo quedaron... las mujeres.
 

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miércoles, 24 de abril de 2024

Kárate (empresario) (y 2)

Para terminar, contaré una anécdota que no tiene que ver con el Kárate salvo que la misma se produjo en esa presentación. Había contratado un operador de cámara para que filmase todas las intervenciones y nos entregase después un video. Sé que los andaluces tienen fama de vagos, pero este les daba sopas con ondas a todos (aunque esto lo averigüé después). Eso sí, fue cumplidor y al día siguiente nos entregó la cinta que había grabado y la correspondiente factura (menos mal que se pagaba a 90 días). Al llegar a Madrid nos pusimos a visionar la cinta. Buen comienzo, primera presentación, el primer orador hablando desde su atril, perfecto, buena imagen, buen sonido, el orador sigue hablado y... ¡oh, sorpresa! el orador se mueve por el escenario con el micrófono en una mano y el puntero en otra para señalar algo en la pantalla donde se iban proyectando diapositivas y... la cámara seguía fija enfocando el atril que había quedado vacío. “¿Qué es esto? ¡No puede ser!” nos decíamos extrañados. Pero la presentación seguía avanzando y se escuchaba la voz del orador... pero no se le veía. Comenzamos a pasar la cinta deprisa y... ¡oh, incredulidad! todo seguía igual. De vez en cuando el orador se acercaba al atril y luego se retiraba, pero la cámara seguía enfocando el atril vacío. Y así fue toda la cinta. El tío que habíamos contratado (no me parece oportuno decir “el profesional que habíamos contratado”) había montado la cámara en su trípode, le había dado al “Rec” y se había ido a tomar cañas. ¡Y encima nos adjuntaba esa cinta junto con su factura!
 
Ni que decir tiene que además de echarle una bronca no se le pagó la factura... y era tan vago que ni siquiera se esforzó ni en reclamar ni en pedir disculpas. “Que no se hubiesen movido tanto”, creo recordar que llegó a decir para justificarse. Ahí sí que hubiera venido bien una exhibición de Kárate teniéndole a él como sparring.
 

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martes, 23 de abril de 2024

Kárate (empresario) (1)

Menos mal que al dar título a este capítulo he especificado que mi relación con el Kárate no fue como karateca sino como empresario, porque si no ya estaríais preguntando: “¿Pero es que también practicaste Kárate?”. En este caso, mi relación con este deporte ha sido muy esporádica aunque no por ello menos significativa. En primer lugar recuerdo que mi hija mayor (cuando era pequeña) se apuntó a clases de Kárate, por lo que no era raro ver en mi casa el clásico kimono, los cinturones que iban cambiando de color según progresaba adecuadamente, etc., así como escuchar los gritos que se dan (digo yo que será para asustar al contrario) cuando hacía algún ensayo en casa. Aparte de esto, y asistir como espectador a un campeonato en donde participaba (lo importante era participar, así que ya sabéis el resultado) no tuve más relación con este deporte... hasta el año 1987.
 
Trabajaba entonces en la compañía de agroquímicos ICI-Zeltia (hoy Syngenta) como Jefe de Publicidad y un buen día llegó el momento de lanzar un nuevo insecticida cuyo nombre comercial sería “Kárate” (lambda-cihalotrin). Siendo yo el Jefe de Publicidad me correspondía el honor de crear la campaña de publicidad para su lanzamiento y, en este caso, estaba claro que debía girar sobre el Kárate para que la imagen del deporte y el nombre de marca del producto se asociasen de inmediato; es más, la idea era que esta asociación fuese tan evidente que cada vez que algún agricultor oyese, leyese o viese algo de Kárate, inmediatamente le viniese a la mente la imagen de marca de nuestro insecticida.
 
Lo primero que hice, no obstante, fue estudiar el producto, y pude comprobar cómo se trataba de un insecticida muy potente que necesitaba una dosis de sólo 15 gramos por hectárea y esta bajísima concentración no hacía daño a las abejas ni a otros insectos beneficiosos, ni dejaba residuos significativos en el suelo. Ya tenía la clave. Mi eslogan fue “Kárate, lucha limpio”. ¡El fair play llevado a la publicidad! Ese slogan, junto con el logotipo del producto figuró en todo tipo de materiales y artículos publicitarios (folletos, carteles, anuncios prensa, vallas, cabinas telefónicas (donde se veía a un karateca a tamaño real), camisetas, gorras, bolígrafos... y ya que se trataba de Kárate, también cinturones. En los folletos se comenzaba diciendo “Si las plagas pueden con Vd...” y se continuaba con la solución: “Deles un golpe de Kárate”. Después, tras exponer sus características, ventajas y aplicaciones, se concluía diciendo que Kárate era “El golpe definitivo contra las plagas”.
 
Llegó la hora de preparar la gran reunión de presentación a los principales cliente, 240 distribuidores de toda España, a quienes reunimos en el Hotel Los Lebreros, de Sevilla, que tiene un espectacular auditorio. En aquél marco debía sorprender a la audiencia y a ciencia cierta que lo conseguí porque nadie de fuera y casi nadie de dentro de la empresa supo qué sorpresa tenía preparada: ni más ni menos que una exhibición muy especial de Kárate. De cómo cuidé todos los detalles sirva de ejemplo cómo inspeccioné minuciosamente el escenario y me preocupé al encontrar en el suelo del mismo unos cajetines bajo los cuales había enchufes. Esto sería muy útil en cualquier otra circunstancia, pero si iban a estar sobre ese suelo varios karatecas zurrándose la badana y dándose costalazos contra el suelo, los pequeños salientes de esos cajetines podían provocarles alguna herida. Pensado y hecho: salí a la calle a buscar unos fieltros autoadhesivos, los recorté y los pegué sobre dichas tapas. Ya no habría posibilidad de accidente involuntario.
 
La sesión de presentación se desarrolló como era habitual... hasta que llegó el momento en que dijeron: “Y ahora os tenemos que presentar una sorpresa” (es lo que yo les había dicho que dijesen para anunciar mi intervención). Salí al escenario y muy serio me dirigí a la audiencia, diciéndoles que habíamos traído a los mejores especialistas de kárate (ellos pensaban que me refería a expertos conocedores del producto) para que allí mismo nos demostrasen sus cualidades. Miré a la audiencia y pude comprobar satisfecho sus caras de expectación, así como las caras de muchos compañeros y directivos que no sabían de qué iba la cosa. Todos pensaban que sería o una de mis habituales bromas o bien que iba en serio y había invitado a expertos en la lucha contra las plagas. Entonces comencé a presentarlos y según los nombraba iban apareciendo en el escenario en medio de un run run de comentarios de sorpresa.
 
Estos fueron los “expertos” que llevé a aquella presentación como cierre de la misma: “Ana y Mayte San Narciso, María Luisa Esclarín y María Victoria Garcés”. Aparecieron ellas, chicas jóvenes y bien parecidas, con sus flamantes kimonos de Kárate. Pero no eran unas karatecas cualquiera y así se lo hice saber a la audiencia, añadiendo: “Ellas son las mejores karatecas de España y unas de las mejores del mundo. Ana y Mayte son las actuales Campeonas de España, individual y por equipos, y además han conseguido el cuarto puesto individual y por equipos en la última Copa del Mundo. Entre las cuatro han sumado en los últimos cinco años 33 Campeonatos, 12 Subcampeonatos y 17 terceros puestos”. Finalmente presenté a su entrenador y comenzaron su exhibición de Kárate que captó y mantuvo todo el tiempo el interés de la audiencia, mientras resonaban en medio del silencio más absoluto –interrumpido sólo por algún “¡Ooooh!” de exclamación- los clásicos gritos de las karatecas y los golpes de estas al caer al suelo.
 

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lunes, 22 de abril de 2024

Hípica (y 2)

No obstante la vida da muchas vueltas, nos prepara inusitadas sorpresas y, entre ellas, una experiencia insólita que paso a contaros. Se trata de mi postrero, de mi aislado y último contacto con la Hípica a lomos de un auténtico caballo. Pero ¿qué sucedió? Para compartir con vosotros esta historia os invito a cerrar los ojos, subir a un avión imaginario y viajar hasta Argentina.
 
Por aquél entonces llevaba varios años trabajando en la compañía de agroquímicos ICI-Zeltia (hoy Syngenta) como Jefe de Publicidad. Como me ocupaba, entre otras cosas, de colaborar en la organización de viajes y convenciones, el comercial de Meliá Viajes, con quien contratábamos muchas veces dichos eventos, me invitó a participar en un inolvidable viaje a Argentina junto con los responsables de Publicidad de otras compañías. Fue así como por primera y única vez crucé el charco y visité Buenos Aires y las cataratas de Iguazú, pero también hubo otra visita: a una auténtica hacienda argentina, de esas que vemos en las películas, con los gauchos, el ganado... y los caballos.
 
Tras la correspondiente visita nos ofrecieron una espectacular comida a base de asados –como la ocasión lo merecía- amenizada por un grupo de folklore local. Al terminar la comida nos dijeron que hiciésemos lo que quisiésemos hasta la hora de la partida, tomar copas con barra libre, pasear por allí o... montar a caballo.
 
Naturalmente yo elegí sin dudar esto último y me dirigí al lugar donde había algunos caballos atados a los árboles, paciendo tranquilamente. Elegí uno, me acerqué, lo acaricié... parecía manso. Me subí, cogí las riendas y... ¿Alguna vez habéis intentado arrancar el coche y se os ha calado? Pues eso mismo me pasó: el caballo no arrancaba. Le di palmaditas, tiré de las riendas, clavé los talones de mis deportivas como si llevase espuelas, le chisté para que se moviera... nada, ni un milímetro. Así que al cabo de unos interminables minutos intentándolo todo, sin conseguir del precioso caballo ni el más minúsculo movimiento, me bajé del mismo y regresé cabizbajo donde estaban todos los demás (que habían preferido el deporte de la “barra libre” tomándose una tras otra toda clase de bebidas alcohólicas). Esa fue mi gran suerte, que sólo yo había intentado lo de montar a caballo (los demás prefirieron seguir sentados tomando copas) y nadie vio mis esfuerzos por arrancarlo para finalmente, vencido y humillado, regresar con el grupo. Como el que no se consuela es porque no quiere, por lo menos me queda el consuelo de haber sido uno de los pocos jinetes a los que un día... se les caló el caballo.
 

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