viernes, 16 de junio de 2017

Un ensayo

En la crónica sobre una velada teatral de enorme éxito en Daimiel, se reprodujeron algunos fragmentos de la pieza teatral “Un ensayo” escrita por Gaspar Fisac Orovio (1859-1937) e interpretada por niños que hacían papeles de adulto, tal como se ha comentado ampliamente al respecto en el capítulo primero de este libro. De esta forma se han podido rescatar algunos versos y unirlos al resto de la obra poética que compone este quinto y último capítulo.

La función se celebró el 28 de agosto de 1885 pero no fue hasta el 8 de septiembre de 1885 cuando aparecieron la crónica y los versos publicados en el nº 6 del joven y  nuevo periódico bisemanal “El Eco de Daimiel”.

He aquí un fragmento de las redondillas que interpretaba uno de los niños actores:

Reposa un punto, viajero,
pobre médico, reposa:
¿Morirá el niño?... ¿mi esposa?...
No puedo esperar... ¿qué espero?
Si en esta senda infinita
que recorro sin cesar
solo podré descansar
si hallo otra vida bendita.
Se encorva el cuerpo perdiendo
su vigor y lozanía;
mi existencia es flor de un día
¡y pronto irá anocheciendo!
Que entre mis negros mechones
cuaja la nieve el destino,
como el polvo del camino
sobre campos de ilusiones.
Y vertiendo por igual
de la ciencia el rico fruto,
voy prestando mi tributo
del palacio al hospital.
Contra la muerte en batalla
les presento el cuerpo mío,
ya a la nieve, ya al estío,
ya al incendio, o la metralla.
Y en los mares y en el llano,
y en la ciudad y en la aldea,
no encuentro ser que no sea,
puesto que sufre, mi hermano.
Solo escucho en derredor
el gemido del doliente,
y una arruga hace en mi frente
cada grito de dolor.
Ni en el lecho al arrojarme
gozo el sueño apetecido,
ni en el hogar, al olvido
del mundo, puedo entregarme.
Que a menudo en noche umbría
y entre lluvias torrenciales,
corro a escuchar entre males
estertores de agonía.
Un enfermo agonizando,
y una mujer junto al lecho,
el rostro en llanto deshecho,
mis respuestas anhelando;
y si por dicha a la vida
va volviendo el triste ser
de aquella pobre mujer,
toda el alma agradecida.
Mas tal cuadro alguna vez
nubla con llanto mis ojos,
que solo miran despojos
de amarilla palidez...
De la ciencia sacerdote,
hoy solo puedo rezar,
que he importado ya a mi hogar
de la epidemia el azote.
Me hace impotente... y me hiere...
¡y a mi esposa, que es tan buena!
Yo el contagio... yo... ¡qué pena!
¡Hijo querido... se muere!...
O fuerzas para luchar,
o un rayo para morir,
que yo no puedo vivir
viendo la muerte en mi hogar.

Y he aquí un fragmento de las quintillas interpretadas por una de las niñas actrices:

Hubo un mártir, San Vicente,
que antes de partir al cielo
mostró una mina en el suelo,
la herencia de un penitente:
Caridad, Paz y Consuelo.
Muchos seres la explotaron,
y con afán insaciable
la caridad prodigaron,
y paz y consuelo hallaron
en filón inagotable.
Y otras cien generaciones
de hermanas de caridad,
van prodigando esos dones
con indecible piedad
a cambio de bendiciones.
Caridad, sagrada fuente
de amor que en el pecho brota,
la herencia de San Vicente
que en España no se agota
mientras la mujer aliente.
Vedla, es joven y quizá
llora amargos desengaños;
tal vez huérfana será,
y el mundo le tenderá
las redes de sus engaños.
Oye el ruido de la orgía
y del inmundano bullicio,
mas no cae en el precipicio
donde rueda la alegría
abrazada con el vicio.
La lujosa vestidura
deja por tosco sayal,
y desprecia su hermosura,
recibiendo de la altura
otra belleza ideal.
Ella recoge al anciano,
al enfermo, al desvalido
que imploró socorro en vano...
¡y a todos tiende la mano,
y el hospital trueca en nido!
Nido de paz y de amor
do el ángel de caridad,
cobijando la orfandad,
cubre el lecho del dolor
con sus alas de piedad.
Y en la noche silenciosa,
el enfermo agonizante,
que en su vida licenciosa
sintió la muerte angustiosa,
abandonado y errante,
ahora la mira venir
lleno de plácida calma...
Ya no está solo al morir,
ya ve un ángel sonreír,
¡ya siente un cielo en el alma!
De rodillas, en el suelo;
no maldigas con enojos,
soy el ángel del consuelo,
levanta al cielo los ojos,
y bajará a tu alma el cielo.
Yo contigo he de rezar,
que en la lucha singular
que ahora sostiene tu ser...
¡te salvará la mujer
que te hace un punto llorar!

Fuente de información: http://www.bubok.es/libros/244091/Una-lagrima-es-un-beso

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